Corte sin discordia (segunda parte)

Pues resulta ke tenía yo un dia de estos ke stas hasta los mismísimos de todo un poco y necesitaba hacer algo radical para kitarme dencima el estres. Llevaba un tiempo keriendo cortarme el pelo pero, como no me gusta ir a la pelukería y pagarle a alguien, le había pedido ke me cortara el pelo a mi amiga Tamara y luego a mi tia Carmina, pero como todo era "ya veremos cuando kedamos" (o en el caso de mi tía, sólo "ya veremos") ese día de estres decidí ke yo mismo me iba a intentar cortar el pelo, ya ke estaba hasta los mismísimos del mismo. En esto pensaba yo mientras volvía de la facultad camino de mi casa en el coche de SanFernando. Así pues, tras haber cenado, me metí en el baño y ni corto, ni perezoso, cogí la makina de cortar el pelo (ke normalmente uso para recortarme la barba) y las tijeras y comencé a masacrar mi cabello con saña. El resultado no era del todo malo, sobretodo teniendo en cuenta ke era la primera vez ke intentaba semejante cosa sin tener ni puta idea, pero desde luego no era óptimo. Así ke, a la mañana siguiente, fuí a una escuela de pelukería donde sólo me cobraron 4'50€ por cortarme el pelo poco más de lo ke yo ya lo había hecho, iwalándomelo y llevandose los traskilones de en medio. Lo malo era ke seguía pareciendo Blas, el de Barrio Sésamo, por ke ese corte me hacía parecer la cabeza alargada, como de pepino. Me peiné de forma ke pareciera un poco más Lokillo (el de los trogloditas, no el pájaro) ke Blas, pero aún así decidí pedirle a Eva (mi cuñá) esa gorra tan maja, para esconderme tenporalmente debajo della. Ahora ya me ha crecido un poco (pokísimo, pero ya se nota) y ya no me veo mal, o iwal es ke me he acostumbrado. Y esa es la historia, ya pondré una foto del "después" en una entrada ke se llamará "Corte sin discordia (el desenlace)". Hasta entonces.